En el jardín, dijo la abeja,
busco la flor en cada sitio.
Dondequiera que encuentre una flor aromática,
hacia ella volaré.
Cada vez que divise una flor bien abierta,
limpiaré su pecho de color y de olor.
Viviré en su interior
y una casa de amor levantaré.
No toda flor es digna del amor,
busco una que esté libre del “yo” y del “tú”.
Una flor no manchada,
que se agita en su pecho.
Quiero una flor que se abra generosa
que acepte mi aguijón como si fuera un bálsamo.
Quiero una flor sin “yo”
para que su recuerdo no se ofenda pensando en mi aguijón.
Quiero una flor sin “cómo” y sin “porqué”,
que con pureza y con amor se rinda.
Quiero una flor que con ternura y con fidelidad
en mí llegue a anularse.
Quiero una flor que rinda su cabeza
y se me entregue totalmente.
Quiero una flor ajena a la existencia,
que se olvide de sí y desprecie intereses y ganancias.
Quiero una flor que sienta la pena del amor,
que se juegue su alma en este juego de amor.
* * * * *
La flor muestra en su aroma la pena del amor
que alienta al alma, otorga espíritu y seduce al corazón.
Conozco cada aroma
y voy tras él a cualquier parte, uno por uno.
Evito los olores repelentes
con los que el moscardón se siente a gusto.
¿Cómo podría atraerme el olor de la pasión?
No es la del moscardón mi picadura.
Cuando siento un olor de hipocresía,
rápidamente huyo de él.
¿Cómo podría aplicar mi aguijón a una espina?
¿Qué moscardón podría sentir este regusto del amor?
Mi aguijón vuelve dulce la amargura,
pero el del moscardón todo lo vuelve amargo.
Todos presumen de su propia dulzura,
pero también conocen la del moscardón.
En cualquier parte te lo encuentras,
ya que su signo es la fealdad.
Cuando llega a la entrada del bazar,
su alma se dirige por instinto a lo muerto.
* * * * *
Yo compro la fragancia de la flor,
yo le doy esplendor a su bazar.
Dondequiera que haya una flor con ardor de corazón,
yo puedo liberarla de la atadura de agua y barro.
Me acerco a ella y la transformo en ebria, en inconsciente de sí misma,
le hago saborear el aguijón de la fidelidad.
Dulzura es lo que causa mi aguijón,
goce, clamor y ardor.
Hasta la picadura de mi cólera se convierte en un bálsamo,
y mi ternura en miel fragante se transforma.
El aroma del jugo de la rosa intenta seducirme
para que, por la gracia de mi aguijón, en pura miel se vuelva.
Mi aguijón es visible y es oculto mi néctar,
el néctar es intérprete para mi picadura.
La aguja otorga el gozo de la cura,
el bisturí al enfermo le da vida.
* * * * *
¿Quién es la abeja, qué sentido tiene?
Abre tu corazón: es el maestro.
Su aguijón y su néctar tu corazón alegran
a fin de que tu lengua deje de presumir.
Su aguijón y su néctar son ternura y dureza
para que este elixir te transforme del todo.
* * * * *
¿Quién es la flor? Escucha: es el viajero
que ha entregado al maestro sabio su corazón.
Acepta sin reservas su ternura y su cólera
y sin dudar realiza todo lo que él le pida.
Pierde su vida ante la picadura del maestro
y con una sonrisa se da al Alma del alma.
De todo corazón se rinde a Aquel que roba corazones
hasta que el viento de la no-existencia le deshoja del todo.
Si te falta el aroma del amor, no te acerques
al banquete de aquellos que tienen corazón.
* * * * *
El moscardón soberbio y engreído,
de cuyo aliento nadie se libró,
se proclama por fuera Bāyazid,
pero de su interior sienten vergüenza hasta Shemr y Yazid.
Mantente lejos de él, porque te hará enfermar,
y te hará aborrecer con su veneno las mieles del amor.
No hagas del moscardón tu alquibla
y aprende a discernir lo verdadero.
Y con las manos de tu corazón agárrate a quien ya no tiene ego
y besa el polvo del camino del derviche.