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Dije: “Como un espejo puliré
el orín de mi propio corazón, a fin de ver en él tu Rostro,
para que se revele la imagen de tu Cara
y me prepare para hablar contigo”.
Pero vi que esto era mera imaginación:
¿qué espejo iba a pulir?, ¿cómo te iba a buscar?
Esa imaginación era mi propio velo ¡Ay!,
en vano te deseo.
Ya no ansiaré tu encuentro,
pues sé que solamente el anonadamiento es el remedio.
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