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Hace ya mucho tiempo que por la pena de tu amor
nos liberamos de la desgracia de lo accidental.
Aunque sentimos fuertemente al anhelo de Ti,
Tú fuiste, en realidad, la causa de ese anhelo.
Nos alejamos de nosotros mismos, sólo para buscarte,
porque entre Tú y yo no hay un tercero.
Nada sabemos, salvo Su relato.
¡Oh predicador! No nos preguntes sobre naderías.
¿De qué sirven palabras y discursos?
Deja que nos gocemos con nuestros estados.
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