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Aquel que circunvala el corazón
nada tiene que ver con el que peregrina a la Kaaba.
Aquél ha recorrido la senda de su propia anegación,
éste anda ocupado con la pronunciación de las palabras.
¿De qué sirve insistir ante el presuntuoso,
si desconoce los misterios e insiste en sus palabras?
Aunque insiste en hablar del camino correcto
¡qué extraño! pues él mismo camina desviado.
Cuando en los ojos hay una doble mirada,
la visión tiende a errar.
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