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Vete y busca en ti mismo la causa de tu contracción,
no te disculpes en que es Él quien te contrae.
No olvides la Alianza preeterna,
no la rompas con tu infidelidad.
Quien te envidia eres tú, aunque no lo sepas,
no hay mayor enemigo para ti que tú mismo.
No hay problema en el mundo, salvo tú,
y tu existencia es tu propio obstáculo.
No mires a ti mismo. Todo cuanto desees
míralo con Sus ojos, para que veas “las cosas como son de verdad”.
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