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Gabriel viene a servir
a la reunión de los sufíes.
Está prohibido a los oídos de profanos
la melodía del “setār” y el retumbar del “daf”,
porque con el samā de los testigos de la Unicidad,
hasta los ángeles dan palmas desde el Trono.
En el samā se eleva el diván del amor,
y asciende más allá de cualquier dimensión.
El que no tiene ya ningún deseo,
nada tiene que hacer, sino gozar.
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