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De la separación no hablaré más,
pues así lo desea el Alma de mi alma.
Esa unión alcanzada por mi propio deseo
no puede resolver la pena que hay en mi corazón.
Ya no me rendiré a “otro” que a Él,
aunque arda en mi alma el fuego del amor.
Estoy enfermo, y el que robó mi corazón es mi médico,
en la separación y en la unión, en la pena y en la cura.
No te proclamas un enamorado,
porque el amor no es un juego.
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