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EL SEÑOR DE LA SUBSISTENCIA

Salvo a tu rostro, a ningún otro miran ya mis ojos,

salvo a tu vecindad, a ningún otro sitio se dirigen mis pasos.


Soy como un árbol seco, y mi único arte es arder,

y no tengo otro fruto en el jardín de amor.


¡Copera mía!, aunque me des más vino o menos vino, rendido estoy como la copa,

no hay en mi corazón resentimiento, no hay en mis ojos lágrimas.


Tu santuario es mi refugio, estoy contento con lo que es de tu agrado,

¿por qué sentir tristeza, si soy árbol sin hojas y sin fruto?


Cuando entré en la taberna de la no-existencia

vi que en tu augusta subsistencia no hay rastro alguno de mi ser.


Mi único deseo era el de conocerte,

desde que te conozco, no sé nada de mí.


“Dame tu luz”, toda la vida llevo deseándote, y nada más,

pues ya no tengo amor ni pensamiento alguno, si no es contigo.

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