Los que sienten Tu pena se reúnen sin pensar en la cura,
y perdidos su fe y su corazón, libres del “yo” y del “tú”, se sientan.
Llegan por el camino de la fidelidad tus enamorados,
y en Tu morada, con pureza, se sientan.
En el “sancta sanctorum” de Tu gracia, los que mendigan a Tu puerta,
feliz el corazón, colmados los deseos, se sientan.
Tus mendigos se muestran orgullosos a la vista de todos
cuando en Tu santuario, sin hojas y sin fruto, se sientan.
Los que adoran Tu vino, al congregarse alrededor de Tu tinaja,
con la copa en la mano, sin “cómo” y sin “porqué”, se sientan.
Los que sienten Tu pena no valoran su alma ni en un grano de cebada,
¿cómo podrá decirse que sólo porque esperan la curación se sientan?
En la casa de Dios no es posible pensar que los hombres de Dios,
desatentos, como vosotros, presumidos, se sientan.
“Da luz” al universo ese retiro de los libres,
porque ahí, con el recuerdo y con la meta en Dios, ellos se sientan.