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Mi ebria Amada había salido de la casa,

mi enamorado corazón había sido atrapado en el delirio.


En sus ojos, millones de miradas seductoras,

todos los corazones anhelaban ser presa de su hechizo.


La creación no podía ni vislumbrar sus pasos,

y toda la existencia se sentía humillada frente al poder de su grandeza.


Mil soles y mil lunas se sentían inquietos en su senda,

infinidad de mundos iban con Ella en su cabalgadura.


La esbeltez de su figura había hecho levantarse al día de la resurrección

y la espalda de toda la creación se había doblado por completo.


Habían dejado de correr los pies de los veloces caminantes,

y la cerviz de todos los gallardos se había doblegado.


Y yo, pobre afligido, perplejo estaba en su deseo,

el que es todo límite contemplaba a la Amada que rebasa los límites.


Nurbakhsh lloraba, inquieto, enloquecido,

y el signo de la sangre del corazón brotaba de sus ojos.

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