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La gente me zahiere y para mí es dulzura,

pero hasta eso se esfumó, se me ha olvidado su recuerdo.


Cuando Aquella que me ilumina con su amor me revela su cara,

se extingue por completo la candela del ser.


Ella me dice: “¡Atento, voy a entrar por tu puerta!”,

y cuando pone su pie dentro, pierdo todo el sentido.


Ella me dice: “Habla, porque yo escucharé todo cuanto me digas”,

y, al oír sus palabras, mi alma y mi corazón se vuelven todo oídos.


Yo le digo: “¿Por qué no apartas de tu rostro el velo?”

Y me contesta: “Tu porqué es mi velo”.


¡Oh Copera! No sigas, no necesito vino,

bastan tus ojos lánguidos para que el corazón se sienta fascinado.


¡Oh Nurbakhsh! Mientras tú permaneces libre de la memoria de otro que Ella,

la gente te zahiere, y eso es para ti dulzura.

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