¡Gracias a Dios!, la puerta de la taberna abierta sigue, todavía
y el corazón de aquellos que son libres es confidente del misterio, todavía.
Ese fuego del vino entregó nuestro ser al viento de la no-existencia,
y el corazón enamorado permanece en ardor y en fulgor, todavía.
El regusto de ese delirio no prohíbe adorar al vino,
al corazón enloquecido se le permite andar así en esta senda, todavía.
Van borrándose fábulas en el recuerdo, pero en la tablilla del amor
persisten las imágenes de Mahmud y de Ayāz, todavía.
¡Oh Copero! ¡Más vino! Pues el Aliento de la Vida nos esquiva
porque en nuestra ebriedad hay deseo de pedir, todavía.
A pesar de que el trovador de este banquete sigue aún fuera de sí,
todavía resuena en los oídos del corazón la melodía que suena, todavía.
Y Nurbakhsh escuchaba la melodía de alabanza desde el fondo de la tinaja,
y el beato decía, totalmente extrañado: “No es hora de plegaria, todavía”.