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EL UMBRAL DE LA TABERNA

En el umbral de la taberna, ¡qué a gusto me he sentado!

en un rincón, muy lejos de la gente, me he sentado.


Siempre ebrio de vino y arruinado por el dulce recuerdo de la Amiga,

libre del peso de palabras, discursos y alborotos, me he sentado.


Durante mucho tiempo La busqué con los pies del corazón, calle por calle,

ahora, gracias a Ella, libre de toda búsqueda e inquietud, me he sentado.


Atrapado quedó mi corazón en ese lazo de su cabellera,

preso en el oleaje del pelo de su frente, me he sentado.


Sus bellos ojos ebrios me robaron mi paz; 

trastornado, en la curva de sus cabellos me he sentado.


La vela de su cara quemó mi ser como a una mariposa,

como ceniza derramada, sobre su pelo me he sentado.


Preguntó por Nurbakhsh mi Bienamada, y yo le dije:

“Sólo por Ti, Aliento de mi vida, apartado de él, me he sentado”.

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