En el umbral de la taberna, ¡qué a gusto me he sentado!
en un rincón, muy lejos de la gente, me he sentado.
Siempre ebrio de vino y arruinado por el dulce recuerdo de la Amiga,
libre del peso de palabras, discursos y alborotos, me he sentado.
Durante mucho tiempo La busqué con los pies del corazón, calle por calle,
ahora, gracias a Ella, libre de toda búsqueda e inquietud, me he sentado.
Atrapado quedó mi corazón en ese lazo de su cabellera,
preso en el oleaje del pelo de su frente, me he sentado.
Sus bellos ojos ebrios me robaron mi paz;
trastornado, en la curva de sus cabellos me he sentado.
La vela de su cara quemó mi ser como a una mariposa,
como ceniza derramada, sobre su pelo me he sentado.
Preguntó por Nurbakhsh mi Bienamada, y yo le dije:
“Sólo por Ti, Aliento de mi vida, apartado de él, me he sentado”.