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Hace ya mucho tiempo que estamos abatidos en tu senda,
con la cabeza reclinada en el umbral de tu taberna.
Aquí estamos sentados, anhelando una sola mirada de tus ojos,
lánguidos por un trago de tu copa de vino.
Agotados por tu esquiva donosura, nada podemos ofrecerte,
pues todo lo perdimos por tu amor.
Si el erudito nos reprende, es porque ignora
que hemos nacido de tu afecto y sólo estamos vivos por tu amor.
¡Oh Tú, rey valeroso!, no apartes de nosotros tu cara,
sin caballo y sin reina, somos pobres peones.
Si a cada instante te revelas en millares de imágenes,
ten compasión: nosotros sólo somos una imagen sencilla.
Mira a Nurbakhsh piadosamente,
aunque delante de tu agrado ya no tengamos propia voluntad.
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