Nosotros, los buscadores de Dios, somos extraños en vuestro mundo,
si vosotros sois lúcidos, nosotros somos locos.
No somos una vela que llore a causa de su llama,
pues de pies a cabeza somos un fuego y una risa libre.
Muchas veces quemamos nuestras alas en la candela del Amigo
sin caer abatidos; ¿cómo pueden decirnos que somos mariposas?
Cuando se rompió el talismán del “yo” y del “tú” con la piedra de la locura,
nos dimos cuenta de que somos, a la vez, el tesoro y la ruina.
Perdimos nuestra autoadoración en el templo de la idolatría.
¡Oh asceta! No te burles de nosotros por morar en ese templo.
Si has olvidando la Alianza, ¿cómo traes tu copa?
¿Olvidas que nosotros aún estamos bebiendo la copa de la Alianza?
¡Nurbakhsh! Aquel Copero del festín preeterno, por cuya pena estamos padeciendo,
dio de beber a cada uno según su propia capacidad.