No nos preguntes nada, porque no somos sabios,
y no apartes Tu rostro de nosotros, pues no somos extraños.
Nuestro corazón sangra, pero no derramamos lágrimas como la candela,
nos quemamos por dentro, pero no somos como la mariposa.
El predicador de la ciudad que alabó nuestra ciencia,
fue ignorante al negar nuestra locura.
El copero nos mandó ir a la bodega,
al ver que no nos conformamos con el cáliz, el cuenco o la copa.
Caídos en el fondo de la tinaja, estamos ebrios y felices,
nosotros somos como la moneda del tabernero en la taberna.
Una fábula eran el enamorado, el Bienamado y el libro del amor,
hemos cerrado el libro y hemos acabado con esta fábula.
El amor es el tesoro; el enamorado y el Bienamado, sus talismanes,
ya no buscamos el tesoro entre las ruinas.
Me preguntas: “¿Por qué Nurbakhsh perdió su corazón en el amor?”
Pero ya he dicho que no somos doctos ni sabios.