Hace ya muchos años que nos sentimos presos en nuestra jaula,
y ciertamente no tenemos calma en nuestro propio lazo.
¡Oh Tú, testimonio de los virtuosos!, dirige tu mirada hacia nosotros,
ten piedad, porque somos pobres e indigentes junto a Ti.
¡Oh Tú, anciano afortunado, que para nada piensas en nosotros!
Nuestro corazón es joven en tu amor, aunque seamos ancianos.
Desde que tu sol iluminó el albergue de nuestro corazón,
libres somos del muftí y despreocupados del emir.
Desde que oímos la llamada del ángel de la revelación en la puerta de la taberna,
nos sentimos ajenos a cualquier otro canto, sea grave o agudo.
Vuelve y arráncanos este “yo” y este “tú”, para que sólo seas Tú,
hace ya mucho tiempo que sentimos cansancio y hastío de nosotros.
Nos hemos desembarazado de todos, para que así, tal vez, “otorgues luz”,
y entregamos nuestra cabeza en tu camino para morir ante tus pies.