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Levántate y ayuda a derrumbar el fundamento de “tú” y “yo”,

y, con las manos del amor, cerremos el camino de lo poco y lo mucho.


Dejemos la ciudad de los impíos

y, cerca de los rostros de luna, hablemos del amor.


Y, puesto que, en el mundo de “tú” y “yo”, no hay un lugar seguro,

lo mejor es cortar con la Unidad ese camino de la dualidad.


Pasemos felizmente nuestros días,

no hablemos de lamentos, suspiros o tristezas.


Desentendámonos de este mundo y del otro

y, con la espada de la independencia, cercenemos el cuello a cualquier ídolo. 


Salgamos a hostigar al pensamiento con el recuerdo del Amigo,

y, gracias al Aliento de la Vida, cortemos el camino a cualquier sufrimiento.


Con Nurbakhsh apuramos la tinaja del vino de la Unicidad

y con el instrumento del amor tocamos shur y nawā, el agudo y el grave. 

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