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¡Qué gallardo y qué bello es tu rostro!
¡Cuánta ternura hay en tus ojos y en tus cejas!
Porque vimos tu cara,
no sentimos con nadie intimidad, sino contigo.
Nada queremos, nada pronunciamos sino a Ti,
sólo uno vemos, deseamos y decimos.
Perdimos en tu senda nuestra cabeza y nuestra alma,
nada nos hiere y no dejamos esta vecindad.
Con tu ira o tu favor nos sentimos contentos,
y hasta tu crueldad nos es hermosa y agradable.
De la tabla de nuestro corazón, el “yo” y el “tú”
borramos, y escribimos: “Todo Él”.
Por tu amor despreciamos la existencia,
nos sentamos aquí y hemos dejado de vagar.
Si me “iluminas” o si no me “iluminas”,
mi Zekr será, día y noche: “Él es Él”...
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