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LA MIRADA QUE EDUCA EN EL AMOR

Aléjate, beato, porque no hay en tu corazón ardor alguno,

no hay en ti aliento que levante fuego.


Sólo está el paraíso en tu mirada, porque no hay en tus ojos

la mirada que educa en el amor.


Tu razón y tu alma fueron sacrificadas por tu propio orgullo,

no tienes, salvo esto, ningún otro misterio.


Te ocupas tanto de lamentos y lutos

que no te queda tiempo para la dicha y las celebraciones.


Aunque repites tantas veces “¡oh Dios mío!” y te desvelas tanto por la noche,

no hay nada en ti que pueda enardecernos.


Del arco del aliento de tu corazón no sale flecha alguna de suspiros

que, como nuestra flecha, cosa los labios de los necios.


A causa del amor y del ardor que sientes por el Dueño de tu alma,

tampoco tú, Nurbakhsh, tienes noche ni día.

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