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ÉL ES, SÓLO ÉL, SALVO ÉL, NADA ES

Como Él no reveló su cara a nadie,

nadie pudo jamás hablar de Él.

El Dios de lo escondido y lo manifestado

reveló a sus Amigos su Identidad así:


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Cerca de la taberna iba yo un día,

ajeno a los sarcasmos del extraño,

cuando un ebrio consciente cantó así embriagado:

“No hay nada en nuestra copa, salvo Él”.


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Giré, como un gnóstico, alrededor del templo,

y vi un ardiente fuego que en su interior crecía,

y el anciano del fuego me dijo suavemente:

“Él es nuestro objetivo; fuego y humo, una excusa”.


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Me fui luego al mihrab de una mezquita

y le pedí al imán que me hablara de Él:

“Deja atrás lo correcto y lo incorrecto

-me dijo- y podrás verle con ojos de visión”.


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Entré en la iglesia y dije al sacerdote:

“Háblame de lo poco y de lo mucho”.

Y me dijo: “No hieras mi corazón herido,

pues en la Trinidad, sólo vemos al Uno”.


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Vi después a un idólatra, perplejo ante su ídolo,

las manos sobre el pecho y el corazón gritando,

con lágrimas fluyendo de sus ojos

iba diciendo: “Eres una excusa, pues sólo a Él adoramos”.


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Y vi a un enamorado sumergido en el puro arrebato del amor,

su rostro fascinado frente a la Reina del amor, 

y vi que, consumido por el fuego del ardor del amor, así decía:

“Salvo Él, todo es falso”.


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Vi luego a una doncella llena de gracia, juguetona, tocando el arpa,

ebria por su maravillosa melodía,

y pregunté: “¿Qué sabes del Amigo?”

Ella, entonces, tocó esta melodía y cantó al son del arpa:


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Sentado en un rincón vi a un pensador perplejo

que escrutaba el misterio de la vida y la muerte.

Cuando le pregunté por Él, me dijo:

“No puede penetrar el pensamiento en Él”. 


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


Me encontré con un gnóstico, que tenía los ojos del corazón iluminados,

y me atreví a pedirle: “Háblame del Amigo”.

Entonces, él me dijo: “Levántate y contempla cómo en medio del césped

la flor y el ruiseñor cantan esta canción”:


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.


La Unicidad es signo de Él,

y la Unidad, palabra de Él.

Di, Él es Dios, habla por Él,

por Él, el Dueño del amor “otorga luz”.


“Él es, sólo Él, salvo Él, nada es”.

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