Es el tiempo del samā,
bate las palmas, jubiloso,
quien de sí mismo se ha librado,
se vuelve ebrio esta noche.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
¿Hasta cuándo estarás entristecido
en tu rincón de soledad?
Con los pies de la aspiración,
ocúpate en servir.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
¡Levántate!, toca el pandero,
entra en el círculo,
bate las palmas, ebrio,
y conviértete en blanco de ti mismo.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
Con amor y ebriedad,
quizá te libres
de las limitaciones de existencia
y de tu autoadoración.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
Saborea un instante la pureza,
da cariño y lealtad,
entrega tu existencia
y húndete en el abismo de la no-existencia.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
El enamorado está mudo,
ajeno a la razón y al intelecto,
como tinaja hirviendo,
es el momento del clamor.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
Si eres sabio,
comprende en un instante
que esta vida es efímera
y que dura muy poco.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
Junto al que es Alma del alma,
olvida toda cura,
y tu alma agitada,
ofrécele gustoso en sacrificio.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
Adoradores somos del vino,
y mientras dure nuestra vida,
ebrios del mosto y libres de nosotros
permaneceremos.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
Somos felices
y apuramos el vino hasta la hez,
libres de cualquier rastro,
embellecidos por la senda sufí.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
¿Dónde estás, Alma mía?
No te preocupas de nosotros.
Este pobre mendigo,
sólo pide tu gracia.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!
Tú eres la riqueza para el alma.
Tú eres la pureza de nuestro corazón.
Tú eres nuestra pena y nuestra cura.
Tú eres todo favor, todo bondad.
La voluntad sólo es de Dios, ¡Dios!, ¡Dios!