Escucha lo que cuenta el corazón:
El que con Dios se siente a gusto, ¿cómo podrá quejarse?
El corazón te habla de sumisión y de conformidad,
no te habla de lo mucho, y de lo poco nada dice.
Vive con gozo cada instante,
porque con Dios está en cada momento.
* * * * *
Cuando se habla de separación, se afirma el “yo” y el “tú”,
cercanía y lejanía son atributos de la mente.
El corazón vacío de todo es morada de Dios,
ese es el corazón del amigo de Dios.
Vacío del engaño y de la enemistad que entraña el ego,
¿cómo puede pensar en la prisión o en la liberación?
El corazón que se hizo corazón, ¿cómo podrá sentirse contraído?,
¿cómo podrá sentir desaliento por la separación?
El corazón que fue vencido por el Poderoso,
¿cómo podrá ocuparse con otro que Él?
Fascinado por Él, el corazón quedó fuera de sí,
no tiene corazón el que se ha convertido en un derviche.
El derviche no tiene voluntad,
el deseo es la marca de los extraviados.
Oh rehenes del “yo”, buscad el verdadero corazón
para llegar a la morada de la salvación.
Le llamáis “corazón”, pero es vuestro ego,
atado noche y día a la esperanza y al temor.
Le llamáis “corazón”, pero es sólo pasión que os encadena
y os cierra el paso por delante y también por detrás.
Le llamáis “corazón”, pero es sólo la argucia de la mente
atrapada en las garras de “yo” y “tú”.
Le llamáis “corazón”, pero es sólo el deseo
que altera vuestros actos y palabras.
* * * * *
El corazón es un espejo del Creador,
salvo la Verdad misma, ¿quién puede residir dentro de él?
El corazón no ve otra cosa que la Unidad manifestada
y está libre de historias y de fábulas.
Los ojos del corazón ven claramente, miren donde miren,
que en los dos mundos, nada es visible salvo el Uno.
Lo que para la gente es infidelidad, para el corazón puro es pura fe,
y lo que para ellos es acoso, para él es pura benevolencia.
El que siente la ofensa no tiene corazón,
el que ve la maldad no tiene corazón.
Para quien tiene corazón, todo es bueno,
y es bello todo lo que dice.
No hay veneno en la lengua de aquel que tiene corazón
y todo cuanto dice es como un bálsamo.
La primera morada de la Unidad es el corazón,
libre del reino de agua y barro.
Eso que llamas “corazón”
no es más que una palabra de la gente común.
El verdadero corazón es infinito
y por eso se dice que “el corazón es Trono del Señor”.
El corazón de carne puede ser cambiado,
unas veces lo estrechan y otras veces lo expanden.
¿Cuándo llegará a ser el corazón de los que tienen corazón?
¿Cuándo podrá afirmarse como trono precioso del Clemente?
Deja a un lado esas vanas supersticiones,
lo que en tu pecho albergas no es un corazón.
Nadie sabe hasta dónde se expande, inmensamente,
el corazón que es trono y morada de Dios.
El corazón otorga pureza al alma humana,
ésa es el alma que gobierna el mundo.
No es fácil alcanzar su cercanía,
difícil es llegar a esa morada.
Mientras sigas atado al “yo” y al “tú”
nada tendrá el corazón que ver contigo.
Si tu mente es la guía de tu alma,
¿cómo podrás reconocer al corazón?
* * * * *
Necesitas maestro para llegar al corazón,
necesitas amor para alcanzar su vecindad.
Deberás entregar tu cabeza en el camino del maestro,
para que él te coja de la mano y te guíe en la senda.
Ofrecer la cabeza no puede hacerlo cualquier pícaro,
ofrecer la cabeza no es la costumbre de cualquier bribón.
Ofrecer la cabeza y el alma no puede hacerse sólo con palabras,
esta capacidad no está al alcance de cualquiera.
De los miles y miles que se hicieron derviches,
muy pocos contuvieron sus deseos y se perdieron a sí mismos.
¡Cuántos, cegados de pasión,
se atribuyeron ese nombre con engaño!
Muchos se hacen derviches
para sentirse alguien.
¡Cuántos doctos, esclavos de su mente,
se convierten en eso con letras y palabras!
Sólo pretenden conocer sus misterios
y revelar a la gente sus visiones,
para que les conozcan como eruditos
y para darle gusto a su “yo dominante”.
Otros se hacen derviches
para apoyarse en otros.
Su personalidad es dependiente,
se hacen derviches, pero no disciernen.
Otros se hacen derviches, simplemente,
para encontrar, quizá, la paz del alma.
Otros se hacen derviches silenciosos,
buscando los secretos invisibles.
Otros se hacen derviches muy sinceros
esperando la cura de sus aflicciones.
Otros, viéndose míseros, huyeron de sí mismos
y sólo por su angustia se convirtieron en sufíes.
De los miles y miles de personas, pocos se convirtieron en sufíes,
la mayoría de ellas sólo representaron el papel del sufí.
* * * * *
Sólo el amor debe guiar tu corazón
en este recorrido del camino sin fin.
Pocos caen en la trampa del amor con toda el alma,
pocos beben la copa del amor en esta vida.
Llaman “amor” a lo que es solamente una pasión,
¿cómo se puede comparar al halcón con una mosca?
Por la pasión se hacen sufíes, y sólo son palabras,
después de un tiempo, cambian de camino.
Por la pasión, con miles de artimañas y de engaños,
se agarran cada día al regazo de algún nuevo maestro.
Por la pasión, con la cabeza llena de confusiones,
cambian a cada instante de selseleh.
No ven jamás su propia imperfección,
no hacen más que quejarse del maestro.
Así es, hermano, la pasión, no el amor,
pues los enamorados sólo tienen un guía como maestro de su amor.
Lo que te lleva cada día hacia una nueva dirección
es pasión y no amor, ¡oh extraviado!
La pasión tiene paz y tiene guerra,
a cada instante cambia de color.
A veces es amiga, y, a veces, enemiga;
a veces se disfraza de discípulo, y otras veces, de extraño.
A veces finge amar con toda el alma
y otras veces es pura enemistad.
* * * * *
Quien en este camino se confió a un verdadero hombre
jamás apartará su corazón de él.
Todo aquello que diste, podrás recuperarlo,
pero ¿cómo podrás recuperar el corazón cautivo?
Nunca entregaste el corazón a nadie,
cuando creíste hacerlo, sólo seguías ciegamente a tu pasión.
Entregar la cabeza significa anularse,
la meta del sufismo es convertirse en nada.
Si de verdad entregaste tu cabeza a un maestro,
¿cómo pudiste ir detrás de otro?
Abre los ojos: éste es el camino de los hombres valientes
donde sólo se habla de perder la cabeza y de entregar el alma.
Shams-e-Tabrizi existe en cada era,
¿pero dónde hay un Rumi que de verdad entregue su cabeza?
Hay muchos Shams-e-Tabrizis en el mundo,
pero hay pocos discípulos que tengan el amor que tenía Rumi.
Shams-e-Tabrizi no se oculta,
pero el que puede convertirse en Rumi, sólo es uno.
* * * * *
He hablado del amor, pero el amor auténtico tiene sus condiciones,
necesita una esencia digna, como una joya.
Necesita una esencia que a lo largo de años
se haya purificado de cualquier rastro de pasión.
La persona malvada está muy lejos del amor,
el ojo ciego no soporta el fulgor de la luz.
En segundo lugar, el amor necesita una correcta educación
que vaya preparándole día a día.
La tercera exigencia es la gracia de Dios,
esa gracia específica del Amigo absoluto,
para que Él envíe a sus amigos
a señalar la senda marcada por sus pasos.
* * * * *
El sufismo es el horno de los corazones,
donde se manifiesta el verdadero valor de cada corazón.
El que es amargo, saldrá amargo,
pero el que es dulce, saldrá impregnado de dulzura.
El tiempo necesario para pasar la prueba
es diferente para todos y para cada uno.
A veces, basta un mes para que aflore la verdadera realidad de uno,
a veces, se precisan hasta cuarenta años.
Con frecuencia, es muy tarde, a una edad avanzada,
cuando se va soltando el lazo de la mente,
y el ego va actuando con mayor libertad,
cuando su verdadera realidad se revela.
Por eso es necesario que pasen muchos años
para que la amargura de su naturaleza se revele.
* * * * *
He hablado del amor, pero el amor es diferente a la pasión,
ya que no tiene ni “yo” ni “tú”, ni es nadie.
Es la pasión la que te quiere hacer sufí
para que te envanezcas ante todos.
Después murmura en tus oídos: “Sé un maestro”,
y acaba dominando a los ingenuos.
Es la pasión la que te dice: “¿Por qué dudas?
¿Quién puede ser un gnóstico más perfecto que tú?
Considera a los otros imperfectos e indignos
y trata de atraerte a la gente ignorante.
Reúne en torno a ti a la gente viciosa
y jáctate ante ellos de tus milagros y moradas,
a fin de que te elogien desde la necedad de la pasión
y acaben entregando por ti sus posesiones y su vida”.
Así se satisface el engañoso ego
a través de su hechizo y su artimaña.
Por eso han dicho siempre que el camino está lleno de peligros,
las provisiones de la senda son paciencia y firmeza.
Por eso no hay que ir hacia cualquiera,
pues, en este camino, hay muchas alimañas.
Es la mano de Dios la que debe ayudar,
la que, en verdad, ayuda a aquel que tiene corazón.
Es Dios el que le guía, paso a paso,
para que los ladrones no le asalten en la senda.
* * * * *
He hablado del amor, pero el fermento del amor es la sinceridad,
la niñera que acuna al corazón.
Si con los pies de la sinceridad caminas hacia Dios,
¿cómo podrás caer en la desgracia?
Es la sinceridad la que, sin duda, te aleja de la gente de pasión
y, tirando de ti hacia la luz, en luz te acaba transformando.
Si la sinceridad es guía de tu senda,
ella te enseñará el camino de la felicidad.
Ser sincero con Dios y con la gente
te hará sentirte íntimo enseguida con aquellos que tienen corazón.
Es la sinceridad la que hace fácil el camino a la Unidad,
y a tu cuerpo de polvo en puro espíritu convierte.
El buscador que va con rectitud
no se siente atraído por ninguna bajeza,
si camina con esa rectitud, alcanzará el objeto de su búsqueda,
rindiéndose a su Amado.
* * * * *
He hablado del amor, pero es el corazón su verdadera casa,
pues, si no hay corazón, será difícil enamorarse.
Sin corazón, no hay sitio para amar,
sin corazón, amor no tiene casa.
Sin corazón, no hay rastro alguno del amor,
sin corazón, no puede revelarse.
Sin corazón, no vale para nada el amor,
el ardor y el aguante del amor está en el corazón.
Buscad el corazón, ¡oh desdichados!,
para fortalecer vuestra palabra y vuestro compromiso.
Buscad el corazón para que vuestras almas se iluminen,
y para liberaros de la oscuridad del “yo” y del “nosotros”.
Buscad el corazón; así os transformaréis en hombres verdaderos
y seréis confidentes del misterio de Dios.
El que no tiene corazón es un cadáver,
un corazón inerte no es digno del Señor del corazón.
Hasta que no escapéis de la pasión
no estará el corazón a vuestro alcance.
Pisotead la imagen de “yo” y “tú”,
y así podréis morar en el reino del corazón.
Aunque librarse de sí mismo es tarea difícil,
su fin es justamente el comienzo del corazón.
Pisotead toda existencia con ebriedad sincera
y respirad día y noche en la pobreza,
para alcanzar así el favor de Dios
y encontrar el corazón.
* * * * *
Vamos a ver, ahora, quién, de verdad, es un derviche.
Tal vez descubriréis que no hay un verdadero derviche en este mundo.
Derviche es el que ya se ha liberado de sí mismo,
el que se agarra con su corazón a las faldas de Dios.
Derviche es el que de este mundo turbulento,
nada tiene, nada quiere.
Derviche es el que se ha vaciado de sí mismo,
el que ya no es consciente de ser o de no-ser.
¿Cuándo se convirtió en derviche el iniciado?
Sólo cuando su yo fue aniquilado y se olvidó de sí.
Si sigues obstinado en pensar en lo poco y en lo mucho,
¿cómo piensas llegar a ser derviche, hermano mío?
Si sigues atrapado en el recuerdo de “tú” y “yo”,
¿cómo podrás librarte de tu engañoso ego?
Te atas a lo que dicen los derviches
para ocultar tu propia corrupción,
para que nadie sepa cómo eres,
qué haces o qué buscas.
En realidad, te engañas a ti mismo,
y, esclavo de tu ego, sufre tu corazón.
El sufismo no es una mera proclama,
se necesita amor del corazón y ardor oculto,
su camino es pobreza y es anonadamiento,
no conoce ataduras, ni límites, ni fábulas.
Los Atributos del Amado son el traje de gala del derviche,
y su esencia, la Esencia de aquel que es pura Luz.
Si no sientes la pena del amor, debes quedarte lejos,
pues no eres digno del banquete de los que tienen corazón.
Tú no conoces sus secretos,
y, dudando, los niegas.
Esa actitud aumenta tu ceguera
y te excluye del rango del verdadero hombre.
No juegues con la cola de los leones del Señor,
no levantes escándalos con tu necia ignorancia.
* * * * *
En resumen, todo cuanto se diga del amor no es amor,
mientras no tengas corazón, no sabrás qué es amor.
El amor necesita un corazón, libre de otro que Dios,
para que emane sobre él la luz de lo Real.
El amor necesita un corazón claro como un espejo,
para que brille sobre él Aquel que “otorga luz” al alma.