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¿No conoces, acaso, la agitación de nuestro corazón
cuando con tanta donosura te pones a ondear tu cabellera?
Tus ojos negros me robaron mi fe,
y extraño me volví a cualquier puerta.
Abatido en la senda, aún queda un largo trecho,
sumergido en el hondo remolino del mar de la perplejidad.
Quítame el tiempo que me queda de vida
o socorre al ahogado sumergido en tu mar.
¿Cómo entregar el corazón y poder soportar la lejanía?
¿Cómo sentir amor con tanto anhelo y tener que esperar pacientemente?
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