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El alma escuchó el “Sí” y dejó de escuchar
las asechanzas de los enemigos y los consejos de los predicadores.
Por eso fue día y noche como Mahmud,
protector del secreto del Ayāz del corazón.
El corazón perdimos cuando el Aliento de la Vida lo miró
con los ojos de “Aquel que lo ve todo”.
Nos fuimos de este mundo y quedó de nosotros,
como Hāfez, sólo la historia del amor.
Hasta que llegue la hora de los que han de venir
y otra historia de amor nazca con ellos.
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