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Aquel que nada sabe de sí mismo,
de nadie sentirá temor jamás.
Anonadados por completo, nos libramos
del beneficio y de la pérdida en este mundo pasajero.
Aquel que se anegó en el océano del amor,
ya nada percibió, salvo el agua de la Unidad.
Para el enamorado, la ruina del corazón
es mucho más valiosa que miles de jardines y de posesiones.
Albergamos a Dios en lo más hondo de nuestro corazón,
nos sentimos felices por el gozo que saborea nuestra alma.
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