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¡Oh Kaaba! No te jactes ante nosotros,
porque la Dueña de nuestro corazón nos es visible en cualquier parte.
Cuando pusimos nuestros labios sobre los labios del Aliento de la Vida
nos libramos de la atadura de sus cabellos y de su cabellera.
Al encontrar la calma con la que es origen de todo movimiento,
ya no hay necesidad de agitación alguna.
Nosotros no tenemos deseo alguno de hablar,
es el Aliento de la Vida quien habla por nosotros.
Cuando nos sacudimos el polvo de este “yo”,
vimos que, salvo Él, nada quedaba de nosotros.
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