Cada vez que la gente nos perturba,
encuentra la palabra una oportunidad en la reacción.
Algunos logran hacerse respetar con sus palabras,
pero cualquier palabra muestra la inmadurez en nuestra perfección.
En la morada del amor no significan nada las palabras ni las habladurías,
por eso nuestras propias palabras no dieron fruto alguno.
Los intelectuales lo han dicho todo y han dejado escrito:
“las palabras del ego son el cimiento de nuestros afanes”.
En el círculo de los enamorados la palabra no lleva a parte alguna,
deja que en silencio pase nuestra oportunidad.
No tachamos de falsas las fantasías de la gente,
pero jamás alcanzarán la estela de nuestra Imaginación.
¡Oh “Dador de la luz”! El filo de la lengua desgarra en tu recuerdo
el lazo de nuestra unión.