He dictado un decreto que dice: “En la Ley del amor,
la proclamación de la Gnosis por quienes razonan es una falsedad”.
Gracias al rapto, la perfección atrae a lo imperfecto,
quien no se ofende ante el que es imperfecto, es, verdaderamente, un ser perfecto.
El que anhela la orilla, es que no se ha engolfado en el mar del amor.
No es un enamorado el que busca la orilla.
En el camino del amor, no hay otra cosa que el Amado,
aunque también incluya ese camino absorción, extinción, sobriedad, fervor y rapto.
El fulgor de la Unión ciega los ojos del discernimiento,
está loco el que piensa que está unido al Amado.
Los que beben el vino del amor están enajenados, embriagados ante la Copera.
Es ignorante quien, aquí, permanece sereno.
Pasaron nuestros días, ¡oh Nurbakhsh!, en el culto del vino,
desde que descubrimos que sin Él la vida es vana.