No es corazón el que no brilla por Su luz,
no es espíritu el que no arde con Su fuego.
De nada sirven ya las sutilezas de la mente,
roto por el amor, el corazón ya no podrá volver a unirse.
En este juego del amor, perderlo todo por Su rostro de luna es beneficio,
porque el amor no es una posesión que pueda acumularse.
El erudito es incapaz, en su saber, de entender nuestro mundo con su mente.
¡Gracias a Dios! Pues los secretos del corazón no pueden aprenderse.
Avergonzaos de Dios, ¡falsos proclamadores!,
nunca podréis vender a todos vuestra hipocresía.
No se le puede llamar “alma”, porque es Él quien da alma al universo,
ni se le puede llamar “cuerpo”, porque Él es todo espíritu.
Ese sol de Su cara “otorga luz” al corazón,
porque “no es corazón el que no brilla por Su luz”.