El mundo del amor y la ebriedad no es seguridad ni es refugio;
no hay suspiros ni llantos para su dolor, su aflicción y su tristeza.
Es un mundo muy raro, fuera de los dos mundos,
no hay cabida para él en ningún sitio, no conoce fronteras ni horizontes.
En ese reino no se escuchan jamás palabras como “tú” o como “yo”,
no hay pensamiento ni razón, y no cabe en palabras ni definiciones.
Quien llega a conocerlo, no se conoce ya ni a sí mismo,
donde quiera que vaya es un extraño, sin nombre, sin identidad.
Calmado el corazón, hasta de sí se ha vuelto ajeno,
ya no tiene conciencia de ser o de no-ser, ni de la pérdida ni de la ganancia.
Al loco de su senda se le conoce como creador de la razón,
siendo alma del alma, ya no se teme por su alma.
Desde el instante en que Nurbakhsh lo perdió todo por amor en ese reino,
ya no tiene deseo de la ayuda de nadie.