Nadie puede apoyarse en gente sin amor y sin pureza,
ni ser escudo de quienes no tienen ni cabeza ni pies.
Mientras puedas, no pises la taberna de los magos del fuego sagrado,
pero, una vez que entres, no preguntes el “cómo” ni el “porqué”.
Nadie ha alcanzado nunca la morada final,
pero, una vez en el camino, no hay parada posible.
Ahí, en ese círculo, donde no se distingue entre rey y mendigo,
ya no se puede hablar de “agudo” o “grave”, ni de “nosotros” o “vosotros”.
No te revistas con el nombre de derviche ni con la senda de los derviches,
porque aquí, en este valle de la perplejidad, no se pueden hacer proclamaciones.
No tomes el amor como un juego, y no te rías de los enamorados,
ésta es una cuenta que no se puede resolver con un sencillo dos por dos.
¡Oh Nurbakhsh! Has puesto ante nosotros las palabras del amor,
he aquí una pena que no puede curar ninguna medicina.