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EN LA PUERTA DE LA BODEGA

Si no es con el filo del sable del amor, el corazón no podrá ser cortado,

si no es con la sangre del corazón, los ojos no se convertirán en una fuente.


Salvo la llama de Su amor, nada cabe en el pecho,

si no es con el libro de Su rostro, nunca podrá romperse en treinta partes nuestro corazón. 


Soy un enamorado dolorido, no creas que soy un holgazán,

el que está enamorado no está ocioso.


El que se volvió loco por la cara de Laila, ya no enloquecerá por nada más,

aquel que se perdió en Su vecindad, nunca jamás podrá seguir errante.


Jamás apartará el derviche sus labios de la copa,

jamás beberá vino el predicador sobrio.


El loco de Su rostro es firme en el amor,

él viaja dentro de sí mismo, nunca dará la vuelta al mundo.


Es la pureza del amor de Dios la que al enamorado le hace puro,

jamás será manchada el alma que en Dios vive.


Si a este enamorado enloquecido por Su amor le “otorgan luz” continuamente,

está claro que nunca dejará la puerta de acceso a Su bodega.

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