Los abrasados buscan fuego y aliento,
Copera y bebedor están reunidos.
El mosto fermentado hace hervir las tinajas,
los corazones en el pecho se parecen al grial revelador del mundo.
Todos como polillas en torno de la vela,
en silencio, serenos y felices.
El fuego de la Unicidad alzó sus llamas
para quemar el “yo” y el “tú”, que son extraños.
¡Oh Copera! La bodega se está quedando vacía,
aunque en apariencia son pocos los que adoran el vino.
Pasa la copa, porque en este círculo
no hay ŷen ni hay ángeles, sino hijos del Hombre.
Todos, sin “yo”, embriagados desde los pies a la cabeza,
despreocupados de lo mucho y de lo poco.
No hay nadie sobrio en este círculo,
todos han emprendido el viaje del amor.
Todos mirando en una misma dirección, con un aliento, unidos,
todos cogidos de la mano, mezclados, hechos uno.
Han desaparecido todos ellos, sólo Uno es visible,
y aquella multitud subsiste ya en el Uno.
Aquél también se fue alejando de los ojos,
sin noticias, sin huellas, nebuloso.
Ningún signo visible queda ya de ninguno,
todos están ya fuera del mundo de allá arriba o de aquí abajo.
Más puros que el más puro corazón y más ligeros que el espíritu,
todos viajan sin pasos y sin huellas.
Coge sus mantos, ¡oh Nurbakhsh!,
porque son como un bálsamo para la herida del corazón quemado.