He dejado mi casa y mis amigos y me he apartado en un rincón,
tomando como compañía la noche oscura.
Rompí con los inquietos, y, abrazando el recuerdo del Amigo,
en el regazo del silencio permanecí aquietado.
Soy un extraño para el conocido y no tengo ser propio,
busqué una órbita lejana, más allá de cualquier universo.
Y me perdí en el valle de la no-existencia, lo mismo que Moisés,
y, como él, perplejo, busco la llama de la zarza.
Como alguien que perdió la caravana,
busco por todas partes el polvo que levanta algún jinete.
Era una imagen en el agua, y me anegó la ola de la no-existencia,
y de la mano del Océano me llegaron los pies para escaparme de mí mismo.
He perdido a Nurbakhsh, pero ya no pregunto por Nurbakhsh,
para que nadie diga que ando ocupado en él.