Desde que estoy absorto con Tu amor, soy feliz,
porque entregué mi corazón a una juguetona y ebria “Turca”.
Por el sol de Tu cara, mi pecho se ha trocado en el templo del fuego,
desde que abandoné mi corazón en las manos del adorador del fuego sagrado.
Para llegar a conquistar la ciudadela del corazón
derroté con el sable del amor al ejército del “yo” y del “nosotros”.
Mi Amada cruza, a cada instante, desde un extremo a otro de la eternidad,
he abandonado el corazón a los pies de una ágil y veloz Robacorazones.
En la batalla del amor, aparté mi corazón de todo cuanto existe,
y con habilidad di en la diana de la no-existencia.
Y para que mi vino de Mansur embriague a un mundo,
he entregado mi corazón a la sangre, y mi cuerpo, a la cuerda de la horca.
“Otorgo luz” sin pensar en mi ser o en mi no-ser,
hasta dar existencia, en el camino del amor, a la propia existencia.