Albricias, ¡oh compañeros!, fui liberado de lazo del “yo” y del “nosotros”,
en Su santuario me convertí en confidente de los misterios.
Se borró de mi mente el libro de las fábulas,
ahora soy el relato del amor y también el amor fue mi comienzo.
La pasión era la corona de mi locura sobre mi cabeza,
entré en la fila de los que han perdido el corazón y ofrecí mi alma.
Para escuchar una bella palabra de aquella boca en forma de capullo
me volví compañero e intimé con los mendigos de Su puerta.
¡Oh Amiga! Yo soy aquel enamorado silencioso y apartado de Ti,
que canta para Ti con tus propias palabras.
El camino de la poesía no fue un deseo mío,
si compuse poemas toda mi vida, fue por tu pasión.
Nurbakhsh, embriagado por el soplo del que es Alma de su alma, decía:
“Desde que encontré la intimidad con tu aliento, por Ti brotan de mí las palabras”.