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Nosotros, los testigos del amor, somos cabeza y señorío los unos de los otros.

Por la pureza del amor, nos cuidamos los unos a los otros.


Todos fuimos creados, en la preeternidad, como un único espíritu

y somos vida, corazón y alma, los unos de los otros.


Lejos del “yo” y del “tú”,

somos enamorados, amados, compañeros, los unos de los otros.


No hay lugar para extraños en nuestra intimidad,

nos apegamos y nos consolamos los unos a los otros.


Cada uno se desvive, se sacrifica por el otro,

somos la mariposa, la rosa y la candela, los unos para los otros.


Sin duda, nuestro círculo es el retiro de la intimidad,

ebrios, serenos, anonadados, los unos en los otros.


Las milicias del ego se espantan de nosotros,

soldados y caudillos, los unos de los otros.


No necesita nuestra pena medicina ni médico,

somos los sanadores y el remedio, los unos de los otros.


Si llamas a cualquiera, todos te responderán “sí”,

compartimos un nombre, un aliento, una meta, los unos y los otros.


Nuestro sitio es la casa del amor, llena de canto y de fervor,

somos voz, instrumento y poema, los unos de los otros.


¡Oh Nurbakhsh! Todo esto es el fruto de la humildad y el anonadamiento,

por eso somos compradores y a la vez mercancía, los unos de los otros.

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