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Inconscientes estamos de “yo” y “tú”, los ebrios de su vino, 

somos enloquecidos corazones que están amando a Dios.


No nos habléis de gente sobria,

locos por Dios estamos, somos distintos de esa gente.


Nosotros no tenemos que ver nada con nadie en los dos mundos,

libres de todo pensamiento de “cómo” o de “porqué”.


Somos un mar que acoge cualquier espina o hierba seca,

pero jamás nos mancharemos, porque somos el mar de la pureza.


Ajenos a lo bueno y a lo malo, amamos al Aliento de la Vida,

somos olas apasionadas por ese Mar de la fidelidad. 


Íntimos somos del copero que escancia en la taberna,

arruinados y anonadados estamos en la vecindad de la taberna.


Hasta que no nos “ilumine”, no apartaremos la mirada de aquel Sol;

hasta que no veamos salir a aquella Luna, no dejaremos de escalar cada tejado.

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