¡Oh Sanador de los enamorados! Mira a este enfermo sumergido en la perplejidad,
muero de desconsuelo, ven y contempla el fruto de tu curación.
Toda la vida llevo con la cabeza recostada en tu umbral,
socorre a este mendigo, contempla el fruto de tu benevolencia.
Has prometido abrir la puerta a todo el que te busca,
ardo de amor en tu vecindad, mira el fruto de tu promesa.
Independiente eres de todo; más allá del espacio, libre de toda huella,
tu Ser eterno permanece, contempla el cambio en este ser efímero.
¡Oh Tú, nuestro anfitrión! ¿Por qué te despreocupas de los huéspedes?
Mira el mantel de tu largueza saqueado, contempla el rostro de tus comensales.
Soy sólo una existencia transitoria y no soy digno de tu Eternidad.
Mira mi lejanía frente a Ti y qué cerca de mí está tu clemencia.
Tu cabellera es mi infidelidad, y tu rostro, mi fe.
Tú, que estás más allá de toda fe y de toda infidelidad, mira a tu fiel rendido.
Tú “otorgas luz” a todos los universos, y levantas tumultos en el mundo,
y la creación es una bola que rueda por tu campo, contempla el juego de tu propio “chogān”.