Allí donde se escucha la melodía del amor ¡acude!
Allí donde el aroma del cariño y la fidelidad se siente ¡acude!
En el amor no es indispensable el jānaqah ni la taberna,
a cualquier asamblea que te libre de la pasión ¡acude!
Nunca el vestido blanco fue signo del amor,
allí donde te guíe el corazón ¡acude!
Mientras sigues atado al “yo” y al “tú”, eres menesteroso,
hacia el lazo de quien te da rapto y abundancia ¡acude!
Acude y bebe el mosto que quema tu existencia,
si el tabernero te da la copa de la no-existencia ¡acude!
Abandona la alquibla de los adoradores de sí mismos,
y a la taberna donde, con pureza, te ofrecen vino ¡acude!
El que no tiene pena, no es un hombre, dice el anciano del amor,
a aquel que da la pena y la aflicción ¡acude!
No te descuides en servir al copero que escancia en el banquete del amor,
si, libre de “yo” y “tú”, te da la copa del amor ¡acude!
Escucha “al que da luz” y abandona la sombra,
allí donde refulge el sol de la ternura ¡acude!