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Lo que desea tu corazón no es un deseo digno,

lo que tu corazón sabe no es un saber valioso.


¿Qué busca el corazón, si nada tiene,

si no discierne nada ni en las almas ni en los confines?


¿Qué es tu corazón para afirmar su ser

pensando sólo en adorarse?


¿Qué alma tiene una gota sobre el agua?

¿Qué fuerza tiene por sí misma o qué puede crear?


Tu corazón es una ola en ese Mar de la existencia,

es el Mar que la hace subir, bajar, arriba, abajo.


¿Qué sabe del Océano la ola,

si no distingue, en su ceguera, la cabeza del pie?


Reposará en los brazos del Océano,

como si nunca hubiera sido.


Apenas ha asomado su cabeza

cuando ya hay otra ola que la cubre.


Del choque de las olas nace la confusión del “yo” y el “tú”,

por un lado se inclina, por el otro se escapa.


Es sólo una ilusión que se fragua en su mente

hasta que el Mar lo engulla con su boca.


¡Qué Mar! ¡Qué inmenso Mar profundo!

¿Quién lo conoce tanto que pueda describirlo?


¡Qué fuerza, qué poder, qué sentido y qué sabiduría!

¿Qué meta, qué comienzo, qué agitación, qué causa? 


No sabes responder, sino con el silencio

que trata de cubrir tu infinita ignorancia.


Oh tú, ola del Mar, deja el “tú” y deja el “yo”,

sumérgete como nosotros en ese Mar de la Unidad.


Deja ya de una vez la enemistad y el odio,

la envidia, la maldad y el atropello.


Aprende la ternura, la pureza y la fidelidad

y haz feliz, un instante, a un corazón menesteroso.


Busca el amor, porque, a través de él,

verás a Dios cuando no sepas ya de ti.

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