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Mi fe me arrebató de entre las manos el sacrilegio de la cabellera
de aquella juguetona, ebria y graciosa Robacorazones.
Viendo a su enamorado indiferente,
le cortará los pasos, rechazará su mano.
¡Ay, ay! Que con la herida de la flecha
de sus pestañas hirió a muchos corazones enamorados.
A Ella nos rendimos sin condición alguna,
dándole el corazón y entregándole el alma.
¡Quizá Ella nos aleje de nosotros,
quizá nos libre Ella de nuestra existencia!
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