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REALIDADES DEL AMOR (46)

Cuando nos embriagamos de su vino,

nos libramos del pensamiento de lo poco y de lo mucho.


Bebemos sin cesar las heces de su pena, 

no tenemos más pena que la suya.


Consideramos una bendición ese momento

en que vivimos sumergidos en el recuerdo del Amigo.


Por el anhelo del encuentro y por el rapto del Aliento de la Vida,

en el amor perdimos ambos mundos,


y donde aún había signos de “tú” y “yo”,

vimos que ahí el amor sólo recibía daño.

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